Cambio climático: el apocalíptico pronóstico sobre los humedales que están en vías de desaparecer

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El investigador Gilberto Gallopín previó escenarios para dentro de diez y 40 años sobre estos ecosistemas del corredor de los ríos Paraná y Paraguay

Durante los últimos meses, las imágenes del río Paraná se convirtieron en el mensaje más elocuente del tamaño de la crisis climática. Un río caudaloso, potente, con los bríos y el color de un león, quedó reducido a una hilacha de agua que dejó expuestas sus propias entrañas. Puede parecer una postal de la sequía africana pero no, es el Paraná, la aorta de Sudamérica, que alcanzó su nivel más bajo de los últimos 77 años. Ante este panorama, la pregunta parece crucial: ¿qué ocurrirá con los humedales en los próximos diez años? ¿Y en 2050? El investigador Gilberto Gallopín, doctor en Ecología por la Universidad de Cornell y experto en desarrollo sostenible, realizó un trabajo sobre escenarios posibles para el futuro de los humedales del Corredor Paraná-Paraguay, dentro del Programa Corredor Azul de Fundación Humedales/Wetlands International.

Esta mañana presentó los resultados en el CCK: si se toman medidas urgentes que apunten a reducir el avance de la explotación económica de las tierras que rodean a estos dos ríos y se protegen los humedales, todavía se podría mitigar el impacto que ya sufre este ecosistema. Sin embargo, si el escenario que se plantea a diez años y a 30 o 40 años es el de no hacer nada o priorizar el crecimiento económico de la región por sobre el desarrollo sostenible, se comprometerá el aporte fundamental que significan los humedales a la calidad de vida y las consecuencias serán devastadoras.

“Los escenarios son posibles desarrollos que parten de una situación actual y se despliegan hacia el futuro. No son predicciones de lo que va a ocurrir, sino una exploración posible. Su utilidad radica en mostrar qué tipo de cadenas causales pueden llegar a ocurrir. No son meras especulaciones abstractas, sino herramientas que ayudan a la toma de decisiones”, indicó Gallopín. Entre el auditorio estaban presentes representantes de distintas organizaciones y autoridades del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación.

El aporte

El río Paraná está rodeado de humedales, que son ecosistemas que actúan como esponjas: absorben el agua excedente, dan espacio a la reproducción de especies nativas y son un reservorio para los momentos de sequía. Sin embargo, en los últimos 40 años, y sobre todo en la última década, esas tierras sufrieron un intenso proceso de deforestación. Avanzó la frontera agropecuaria y los humedales, sin una ley que los protegiera, perdieron terreno. Cambió la flora y la fauna y muchas especies se quedaron sin hogar.

Un ejemplo es el avance de los carpinchos en Nordelta. Hoy, gran parte de las tierras que rodean al Paraná fueron deforestadas y se volvieron cultivables. Pero cuando llueve ya no está la esponja y se producen las inundaciones. De allí se pasa a la sequía, y a incendios incontrolables, sin estadios intermedios.

Según el informe que se presentó esta mañana, en los últimos 40 años, se perdió el 70% de los humedales a nivel mundial. Y en nuestra región, la pérdida fue del 58%. Los humedales albergan el 40% de la biodiversidad del planeta y almacenan carbono para mitigar los efectos del cambio climático. “Están desapareciendo tres veces más rápido que los bosques y eso significa que la población está consumiendo más agua de lo que la naturaleza puede reponer. El sistema de humedales Paraná-Paraguay se extiende 3400 km desde su origen en el Pantanal, en Brasil, hasta el delta del Paraná, pasando por los Esteros del Iberá. “Los años 2020 y 2021 fueron años catastróficos para el corredor. Por efecto del cambio climático, los niveles de lluvia bajaron considerablemente, haciendo que los ríos Paraná y Paraguay alcancen sus niveles de agua más bajos de los últimos 70 años. El colchón seco de biomasa vegetal y el carbono almacenado en los humedales durante décadas puede arder rápidamente. Sin el agua, los incendios se expanden. Estos años serán recordados como los años de sequía y fuego. Esto tiene un impacto irreparable en la provisión de agua dulce”, señala el informe.

Consecuencias

Si se sigue como en la actualidad el corredor Paraná-Paraguay, para 2030 el sistema habrá sufrido una degradación ambiental general, aunque en gran parte todavía reversible. La demanda de carne y granos continuará en crecimiento y generará nuevos conflictos internacionales y crisis económica. Esto aumentará la presión por convertir en áreas productivas las tierras que hoy ocupan los humedales. El régimen hidrológico de la cuenca mostrará alteraciones evidentes por las mayores precipitaciones, el aumento de los fenómenos extremos y la construcción de obras hídricas ya mostrará alteraciones evidentes, y así afectará a todos los humedales del corredor.

Para 2050 o 2060, la dinámica y composición ecológica de los humedales habrá cambiado irreversiblemente. Habrá pérdida de biodiversidad, mayor contaminación, reducción del área natural y crecimiento de la zona urbana, la producción agropecuaria irá en aumento, pero, a la vez, sufrirá enormes pérdidas por inundaciones y sequías. Habrá conflictos por el uso del suelo y el aumento de la densidad demográfica. Y en conclusión, la calidad de vida de la población registrará sus peores niveles históricos.

Toma de decisiones

Si el escenario futuro se plantea dentro de lo que Gallopín llama “el reinado de la economía”, esto es si quienes toman las decisiones priorizan el crecimiento económico por sobre el desarrollo sostenible, las consecuencias serán aún peores. La pérdida de la biodiversidad en la región será casi total y el ecosistema de humedales habrá perdido para 2050 su capacidad de brindar servicios ambientales. La alteración de la hidrología será completa y el nivel de contaminación de la región habrá alcanzado sus niveles máximos. La pérdida del área natural será total a expensas del crecimiento de la urbanización, la pérdida en la calidad de vida será enorme, la cultura y los modos de vida de las poblaciones locales serán completamente afectadas por el nuevo escenario.

Al escenario en el que los tomadores de decisiones actúan para garantizar la calidad de vida, Gallopín lo llama “el fin de la infancia”. Y lo describe así: “Las transformaciones globales político-culturales, dirigidas a la sustitución de los patrones de producción y consumo sustentables, reorientan la gestión y el uso del corredor, en base a un sistema de gobernanza que impulsa el desacople del crecimiento económico de la mera acumulación individual de bienes y revaloriza una mayor calidad de vida basada en el conocimiento y respeto de las dinámicas ecosistémicas y sociales”. En este escenario, las estrategias de producción de bienes y energía a partir de la explotación intensiva de recursos, que venían presionando sobre la transformación de los ecosistemas naturales, van quedando en desuso. Así, el futuro de los humedales es posible, con su mayor nivel de recuperación de la biodiversidad y salud ecosistémica. Retrocede la alteración de la hidrovía, aumenta la superficie del área natural y crece la economía sostenible. Esto permite una reducción de las pérdidas económicas por inundaciones y sequías y aumenta la calidad de vida de la población.

Fuente: LA NACION

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