Buenos Aires: Historias detrás de La Quema, el basural al que convertirán en centro ambiental

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Ubicado a solo 5 km del centro de la Ciudad, recibe 104 toneladas de basura diaria desde hace cinco décadas que, según señaló a Télam el director de Gestión Ambiental, Braian Vega, llegan “sin ningún tipo de control”.

Vecinos y recuperadores de La Quema se mostraron expectantes por el inminente inicio de las obras impulsadas por el Ministerio Ambiente y Desarrollo Sostenible y el municipio de Luján para la reconversión de ese basural a cielo abierto, el más grande y antiguo del país, en un “centro ambiental” que promoverá además su inclusión social, a la vez que relataron a Télam cómo es vivir y trabajar en las inmediaciones de un predio que acarrea desde hace décadas una situación crítica en términos sociales, ambientales y sanitarios.

En Luján viven 120 mil habitantes, y La Quema, ubicada a solo 5 km del centro, recibe 104 toneladas de basura diaria hace cinco décadas “sin ningún tipo de control”, señaló a Télam el director de Gestión Ambiental, Braian Vega, en un recorrido que realizó esta agencia por el predio.

Telam SE

En marzo del 2020 se decretó la emergencia ambiental en el partido. “El basural está colapsado en sus 13 hectáreas, es el más grande del país por la antigüedad con casi 50 años en los que se volcaron residuos sin ningún control; además porque la altura que tenemos de basura oscila entre 20 o 30 metros (snm) según el lugar en que nos paremos, y hay montañas de residuos sin ningún tipo de tratamiento”, añadió.

Bloque de los santos

En las inmediaciones del basural está “el bloque de los santos”, como se denomina a los barrios populares de San Pedro, Santa Marta, San Jorge, San Fermín y Villa María, donde viven la mayoría de los recuperadores. También se encuentran barrios privados, haras, una escuela, un arroyo, el Río Luján y la ruta 192.

Un camino de tierra estrecho dirige al centro del basural y lo primero que se distingue al ingresar son las numerosas montañas de desperdicios de más de tres metros de altura.

El incesante humo en La Quema forma una neblina constante en el ambiente y el olor a basura quemada se impregna en la nariz, la ropa y la piel. En el suelo, cuesta distinguir los restos orgánicos de los plásticos y ropas sucias, todo está mezclado, con vidrios y metales.

Aún así, los y las más de 200 trabajadores recuperadores rápidamente seleccionan el material reciclable, cargan bolsones repletos y lo llevan al galponero para venderlo a la industria, mientras algunos perros deambulan entre la basura, famélicos y las moscas los siguen en cada movimiento.

Foto Pepe Mateos

Foto: Pepe Mateos.

El número de trabajadores varía de forma arbitraria según las condiciones propias que presenta el trabajo informal. Algunos pertenecen a cooperativas y otros trabajan de forma independiente, pero tanto de día como de noche trabajan en el basural para subsistir a partir de la basura que descargan las compactadoras en el predio, cumpliendo, a su vez, una tarea indispensable para el lugar.

“Acá si no venís un día no comés, esto es el día a día. No trabajamos en buenas condiciones, aunque con la organización en la cooperativa estamos tratando de mejorarlas”, dijo a Télam Joana Enrique (24), que trabaja como recuperadora en el basural desde los 14 años.

“Empecé a venir al basural con mi familia, tuve que dejar la secundaria en ese momento, porque al mismo tiempo se enfermó mi mamá así que tenía que hacer tareas de la casa y venir acá a separar. Recién ahora pude retomar la escuela”, completó.

Su madre tuvo tuberculosis y su hermano sufre asma “a causa del humo de la quema”, pero “tenían que venir a trabajar igual”, subrayó Joana, quien además es la referente de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (Faccyr) en el lugar.

La recuperadora vive en el barrio Santa Marta con su pareja y su hijo de 6 años. En el basural hay al menos tres generaciones de trabajadores. “Algo cambió de una generación a otra porque a mi hijo no lo traigo a trabajar acá”, consideró.

Reconversión del basural

Si bien al principio los trabajadores presentaron resistencias al ser incluidos en la planificación, en su gran mayoría consideraron que “van a mejorar las condiciones de trabajo”.

“Los trabajadores son unos de los pocos que hicieron algo por el ambiente, sin darse cuenta”, destacó a Télam el director de Residuos Sólidos Urbanos, Pedro Vargas, que trabaja junto a ellos en el lugar todos los días. “Son fundamentales, porque acá si no están los cartoneros no podríamos hacer nada, y habría más toneladas de basura todavía”.

Foto Pepe Mateos

Foto: Pepe Mateos.

Según detalló Vargas, los residuos que ingresan en la actualidad son solo domiciliarios, de poda y áridos y pertenecen exclusivamente a la localidad de Luján, pero no siempre fue así. “Cuando empezamos -en 2020- cortamos a algunas químicas que tiraban los residuos patológicos, industrias de otros partidos que también venían a disponer sin ningún tipo de control de nadie. Nosotros cerramos todas las entradas, dejamos un solo ingreso y a partir de ahí tomamos datos de qué camiones entran y qué residuos traen. Pero ya hay contaminación del aire, agua y el suelo”, detalló Vargas.

Pablo López (26) pertenece a la tercera generación de su familia que trabaja en el basural. “Para mí y la mayoría de los compañeros, la reconversión de La Quema está buenísima, porque siempre luchamos para ser reconocidos y laburar en condiciones. Esta generación ya se merece eso”, dijo a Télam el recuperador.

DE LA QUEMA A UN ECOPARQUE Y CENTRO AMBIENTAL

El proyecto de saneamiento y reconversión del basural a cielo abierto de Luján en ecoparque y centro ambiental comenzará en octubre y prevén inaugurarlo en un año, según informaron a Télam desde la municipalidad de Luján y el Ministerio nacional de Ambiente y Desarrollo Sostenible.

La obra requerirá una inversión estimada de 10.731.820 dólares, enmarcada en el Plan Federal de Erradicación de Basurales a Cielo Abierto, de Ambiente y de Desarrollo Sostenible, financiado por el BID, y contempla tres dimensiones: la ambiental, sanitaria y social.

El proyecto fue adjudicado a la empresa Evasa e incluirá el saneamiento, cierre técnico del basural, reconversión en ecoparque y construcción de un centro ambiental con relleno sanitario con 20 años de vida útil, según detallaron.

“Sanear al 100% y volver al estado original es materialmente imposible, lo que sí se va a hacer es el cierre técnico y recuperar”, señaló a Télam, el director lujanenses de Gestión ambiental, Braian Vega.

Además de la reconversión del predio actual, el Estado nacional cedió un predio ubicado a 2 km del basural y denominado cuadrante “Sucre” para la construcción del centro ambiental y parte del relleno sanitario.

El proyecto incorporó también el Plan Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU) con inclusión social y promoción de separación de residuos en origen como una estrategia “transversal” bajo el paradigma de la economía circular, la cual promueve la concientización de la comunidad con respecto a la separación en origen de los residuos.

“Todos los trabajadores informales del basural formarán parte del centro ambiental”, aseguró Vega. “Es una condición sine qua non para avanzar con el proyecto, que todas las personas -son más de 200- sean incorporadas con el objetivo de que mejoren sus condiciones laborales”, agregó.

En ese aspecto, prevén la construcción de una planta de separación de reciclables, sector de compostaje y poda, sector de áridos, sector de voluminosos, taller de mantenimiento, planta de tratamiento de lixiviados y relleno sanitario con 20 años de vida útil, centro de primera infancia, vestuarios, planta de tratamiento de efluentes, cortina forestal, cerco olímpico perimetral, área de amortiguación que alojará el monitoreo del agua subterránea, entre otros.

En la consulta pública que realizó el Municipio de Luján en cumplimento con una demanda del BID, el intendente de la ciudad, Leonardo Boto, aclaró que este desarrollo se lleva adelante por “el bien de la comunidad” y aseguró que “no afectará ninguna fuente de trabajo, ni ninguna oportunidad de desarrollo para región”.

Asimismo, señaló que “no es un traslado de un basural de un lado para otro”, sino “la transformación completa del basural que conocemos y la construcción de un nuevo centro ambiental que nos va a permitir darle sustentabilidad al tratamiento de la basura“, que conlleva un respaldo “muy grande” en todo el arco político, entre los vecinos de barrios populares y privados, las sociedades de fomento, de la iglesia católica y de diferentes confesiones evangélicas, de la universidad y cooperativas que se mueven, de la mayoría de los trabajadores.

Pablo comenzó a trabajar en la quema a los 14 años para ayudar a su familia, vive en el barrio San Jorge, tiene dos hijos y trabaja desde las cinco de la mañana hasta las tres de la tarde. “Siempre está el miedo de abrir una bolsa y encontrarte con una jeringa, pincharse -explicó- sin querer, pero también tratamos de tener cuidado, sabemos diferenciar los colores de las bolsas”.

A pocas cuadras del basural, desde 1983 vive Sergio Almada (60), quien trabajó para la Municipalidad de Luján como recolector de basura y también, en algunos períodos de su vida, tuvo que “cirujear” en la quema para llegar a fin de mes.

“Esas son las contradicciones que tiene la quema, en un momento te da de comer y después te mata”, dijo a Télam en su casa ubicada en el barrio de San Pedro, junto a su esposa y tres nietas de 14, 8 y 6 años que están a su cargo.

Dos de ellas sufren enfermedades respiratorias crónicas debido al humo de la quema de desperdicios, según les explicaron los médicos. También son comunes en la zona las enfermedades cutáneas y gastrointestinales debido a las dificultades para acceder a agua potable y la falta de cloacas.

“El basural existe desde el año ’70 o ’71”, agregó Almada, quien a su vez preside la Sociedad de fomento del barrio y comenzó el reclamo por una solución a este problema ambiental de Luján hace 17 años.

Entre los residuos que se tiraron en el basural en estos 50 años, el referente vecinal destacó los restos de pozos ciegos, sustancias de empresas químicas de Campana y Zárate, barros de una curtiembre, residuos hospitalarios y hasta restos del cementerio.

“Acá teníamos una epidemia de forúnculos -protuberancias dolorosas y llenas de pus- que te salían por todos lados”, recordó.

La lucha por el cierre y la mejora del lugar comenzó en 2008 con numerosos intentos mancomunados, que en muchas ocasiones presentó tensiones.

“Nunca se pudo parar la quema” y los motivos son variables, “algunas veces son quemas intencionales porque buscan sacar metal, el material más caro”, agregó Almada, pero también se produce por el gas que fermenta entre la basura.

“En el fragor de la pelea yo decía ‘cierren el basural’, y ahí empezaron los problemas con los trabajadores porque ellos se sentían amenazados en sus fuentes de trabajo, pero después le empezamos a buscar la vuelta para ir todos para el mismo lado, instalamos el tema en la agenda pública y política, aunque todavía hay algunos que quieren seguir trabajando de esa manera, empezamos a trabajar con muchos de ellos en conjunto para buscar una solución que nos sirva a todos”, concluyó.

QUÉ SON LOS RELLENOS SANITARIOS Y QUÉ DIFERENCIAS TIENEN CON LOS BASURALES A CIELO ABIERTO

El proyecto de reconversión del basural a cielo abierto del partido bonaerense de Luján en centro ambiental incluyó la creación de rellenos sanitarios “con 20 años de vida útil”, según el documento conformado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el municipio de Luján y la empresa que ganó la adjudicación de la obra, Evasa.

Los rellenos sanitarios son “espacios donde se disponen residuos sólidos urbanos (RSU), compactados en capas sobre un suelo previamente impermeabilizado, después de haber recibido determinados tratamientos, y recubiertos por capas de suelo, para evitar la contaminación de acuíferos, suelo y aire”, definieron en el documento.

En cambio, los basurales a cielo abierto son “sitios donde se depositan residuos de manera indiscriminada de todo tipo, incluso patogénicos y peligrosos, con escasas medidas de protección ambiental y sin control de operación o con controles mínimos”.

En cuanto a la contaminación ambiental, los rellenos sanitarios “no presentan riesgos de contaminación ambiental por una disposición final de los residuos más controlada” que en los basurales a cielo abierto, donde se produce un “foco de contaminación de agua superficial y subterránea, de suelo y aire, con emisiones gaseosas, olores desagradables, lixiviados, escurrimientos, infiltraciones”.

Por otra parte, en los rellenos sanitarios es posible implementar “medidas de mitigación ante potenciales impactos”, según informaron.

En cuanto a las condiciones laborales, “generan empleo formal y mejores condiciones, con trabajo tipo fabril con la infraestructura adecuada” y “son una oportunidad para aumentar los ingresos de los recuperadores debido a la revalorización de los residuos”.

En ese aspecto, los rellenos sanitarios se presentan como una “oportunidad para fortalecer el tejido productivo y la Gestión integral de los RSU, fomentando la economía circular”

En contraste, las condiciones laborales de los recuperadores urbanos en los basurales a cielo abierto “no son adecuadas”, funcionan con trabajo informal y “sin medidas de seguridad”.

Por último, los rellenos sanitarios permiten “utilizar el metano generado de la descomposición de residuos para la producción de energía” y “evitar emisiones de gases de efecto invernadero”.

En tanto los basurales, producen “grandes emisiones gaseosas que contribuyen con el cambio climático, y son cuna y hábitat de plagas y vectores transmisores de enfermedades”.

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