“Vida de los Ecosistemas Terrestres ODS 15”, por Raúl Coronel
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible.
Cada objetivo tiene metas específicas que deben alcanzarse en los próximos 15 años. El ODS N° 15 establece gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras, detener la pérdida de biodiversidad.
Las publicaciones oficiales de la ONU al efecto del brote de la COVID-19, resaltan la necesidad de abordar las amenazas a las que se enfrentan las especies silvestres y los ecosistemas. En 2016, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) alertó de que un aumento mundial de las epidemias zoonóticas era motivo de preocupación. En concreto, señaló que el 75 % de todas las enfermedades infecciosas nuevas en humanos son zoonóticas y que dichas enfermedades están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas.
Dr. Raúl Osvaldo Coronel
Abogado Mat.764 STJ Chaco
Especialista en Evaluaciones Ambientales
Con la COVID-19, el planeta envió su mayor alerta indicando que la humanidad debe cambiar y trabajar con el ambiente para proteger a las personas. Para ello el PNUMA se ocupa de cuatro áreas: 1) Ayudar a las naciones a gestionar los desechos médicos de la COVID-19. 2) Producir un cambio transformativo para la naturaleza y las personas. 3) Trabajar para garantizar que los paquetes de recuperación económica creen resiliencia para crisis futuras. 4) Modernizar la gobernanza ambiental a nivel mundial.
Para prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas de todo el mundo, las Naciones Unidas han declarado la Década para la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030). Esta respuesta coordinada a nivel mundial ante la pérdida y degradación de los hábitats, se centrará en desarrollar la voluntad y la capacidad políticas para restaurar la relación de los seres humanos con la naturaleza.
La naturaleza resulta vital para nuestra supervivencia, nos proporciona oxígeno, regula nuestros sistemas meteorológicos, poliniza nuestros cultivos, produce nuestros alimentos, forrajes y fibras. Sin embargo, se encuentra sometida a una presión cada vez mayor. La actividad humana ha alterado casi el 75 % de la superficie terrestre y ha empujado a la flora, fauna silvestre y a la naturaleza a un rincón del planeta cada vez más pequeño.
Alrededor de un millón de especies de animales y plantas se encuentran en peligro de extinción, de acuerdo con el Informe de Evaluación Global sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos de 2019. Asimismo, se descubrió que la salud de los ecosistemas de los que dependemos, al igual que el resto de especies, se está deteriorando más rápidamente que nunca, afectando a los cimientos de nuestras economías, subsistencia, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida en todo el mundo.
La deforestación y la desertificación provocadas por las actividades del ser humano y el cambio climático, suponen graves desafíos para el desarrollo sostenible y han afectado a las vidas y medios de subsistencia de millones de personas. Los bosques poseen una importancia vital para el mantenimiento de la vida en la Tierra y desempeñan un papel clave en la lucha contra el cambio climático.
El estado de los bosques del mundo 2020 destaca que, desde 1990, unos 420 millones de hectáreas de árboles han desaparecido en pro de la agricultura y otros usos de la tierra. La inversión en la restauración de la tierra es crucial para mejorar los medios de subsistencia y reducir las vulnerabilidades y los riesgos para la economía.
La salud de nuestro planeta también desempeña un papel importante en la aparición de enfermedades zoonóticas, es decir, enfermedades que se transmiten entre animales y humanos. A medida que seguimos invadiendo los frágiles ecosistemas, entramos cada vez más en contacto con la flora y fauna silvestre, lo que permite que los patógenos presentes en las especies silvestres se propaguen al ganado y a los seres humanos, lo cual aumenta y amplifica el riesgo de aparición de enfermedades.
Desertificación. 2.600 millones de personas dependen directamente de la agricultura, pero el 52% de la tierra utilizada para la agricultura se ve moderada o severamente afectada por la degradación del suelo. La pérdida de tierras cultivables se estima en 30 a 35 veces la tasa histórica. Debido a la sequía y la desertificación, se pierden 12 millones de hectáreas cada año (23 hectáreas por minuto).
Biodiversidad. La caza furtiva y el tráfico ilícitos de vida silvestre continúan frustrando los esfuerzos para su conservación, casi 7.000 especies de animales y plantas fueron denunciadas como parte del comercio ilegal en 120 países. De las 8.300 razas de animales conocidas, el 8% está extinto y el 22% está en peligro de extinción. De las más de 80,000 especies de árboles, menos del 1 por ciento se han estudiado para su posible uso. Fuente ONU.
Con este panorama la premisa es gestionar un desarrollo sustentable y sostenido, un ambiente sano y equilibrado perdurable en el tiempo para las generaciones presentes y futuras con el uso racional de los recursos naturales.